martes, 21 de abril de 2015

Historias de la Medicina. Christiaan Barnard, Hamilton Naki y el primer trasplante de corazón

Christiaan Barnard
En estos días, en los que se manifiesta de manera tan brutal la desigualdad social y racial, con registros estimados de centenares de ahogados casi cada día en el Mediterráneo, hay una historia que escuché el pasado viernes en el programa de Radio3 Cuando los elefantes sueñan con la música, extraída del libro del difunto Eduardo Galeano: 'Espejos. Una historia casi universal' que me gustaría compartir aquí.

Porque no conocemos nada de toda esa gente que pierde la vida cada día, son para nosotros números más que personas, víctimas en cuyo destino no parecen estar escritas grandes proezas, sobre todo para nosotros, ciudadanos occidentales que mientras tengamos salud consideramos sobrevivir como algo fácil, casi hecho.

No sabemos nada, ni quienes eran ni quienes podrían haber llegado a ser, (el famoso coste de oportunidad de los economistas) tal vez un chaval de Níger, con unas excepcionales cualidades para entender la vida a nivel celular, murió ayer cerca del puerto de Rodas, y por este absurdo hecho tardaremos 100 años más en ser capaces de inducir la apoptosis en las células cancerígenas, puede que tardemos todavía mucho tiempo en ser capaces de curar el cáncer de pulmón, porque hemos ignorado la maravillosa aptitud de esa inquieta joven, natural del Congo, para comprender el hecho de la vida a nivel bioquímico.

Escuchamos hablar de Recursos Humanos y no somos conscientes de la cantidad de talento que desperdiciamos todos los días en el mundo, en la web de Unesco podemos observar qué pocos somos los que tenemos acceso a una educación superior, qué pocos de los más de 7.000.000.000 somos los que podemos estudiar medicina, química o periodismo.

Comenzaba el mes de diciembre del año 1967 y en las portadas de los diarios de todo el mundo se celebraba el éxito del primer trasplante de corazón realizado en un ser humano, trasplante realizado por el Dr. Chistiaan Barnard y su equipo, en Ciudad del Cabo. En aquel momento el apartheid era incuestionable en Sudáfrica, occidente se resistía a abandonar su papel colonizador en África; por poner un ejemplo España abandonaría a regañadientes su colonia de Guinea al año siguiente, en manos de un dictador autóctono buen amigo del nuestro. Para el resto del mundo (de nuestro mundo, porque al otro creo que nunca le habían preguntado) eso del apartheid era cosa interna de los sudafricanos, pero había que ver lo bien que se vivía en Sudáfrica, lo bien organizado y lo seguro que era todo.



El primer trasplante fue un hito para el régimen, y uno de los momentos cumbre de la propaganda afrikaneer, ahí estaban ellos, todos tan pálidos y almidonados y con todas esas vocales juntas en sus nombres que les daban ese aire de poder sobre los demás.


En las imágenes que enviaron a la prensa se podía ver que entre el equipo que realizó la operación había una persona de raza negra, los periodistas, siguiendo su extraña costumbre, preguntaron; y el director del hospital declaró que el negro pertenecía a los servicios de limpieza y se había "colado" en la foto de manera accidental. Según la ley sudafricana un negro no podía operar a un blanco, es más, estaba expresamente prohibido que un negro pudiera tocar la sangre de un blanco en cualquier proceso hospitalario. No fuera a ser contaminada por la negritud...


Con el tiempo algunas cosas han cambiado, y la figura del Dr. Hamilton Naki, "el cirujano clandestino" ha ido cobrando relevancia, el próximo mes de mayo se cumplirá el primer aniversario de su muerte.

La biografía de Hamilton Naki es sencilla, tuvo que dejar los estudios a la edad de 14 años (como cualquier negro hijo de vecino) y empezó a trabajar como jardinero en la Escuela de Medicina de Ciudad del Cabo. Oficialmente no podía matricularse en la facultad pero era un hombre inteligente, hábil, curioso,... fue capaz de demostrar sus habilidades, hasta el punto de que Barnard lo incluyó en su equipo para intentar el trasplante (Naki era el único al que le sobrevivían los animales con los que experimentaron previamente) y el hospital hizo una excepción con él. En la famosa intervención fue Naki quien retiró el corazón del cuerpo de la donante, uno de los pasos más delicados de la operación.

Cuentan del Dr. Naki que nunca buscó la gloria, que el reconocimiento social no era ninguna de sus prioridades, pese a vivir en esta sociedad-espectáculo en la que todos moramos, y de la que tan difícil es abstraerse.



Estuvo durante años realizando cirugía en Ciudad del Cabo y transmitiendo con tranquilidad y paciencia su conocimiento a los jóvenes estudiantes blancos que podían matricularse en la Universidad. Hamilton Naki se jubiló con una pensión de jardinero de 275$ al mes.

Más tarde, con el fin de la segregación, le darían una condecoración y un título de médico "honoris causa", parece ser que tampoco le importó mucho, a él lo que le gustaba era aprender, solucionar enigmas y hacer las cosas bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario