PRESENTACIÓN:
Me llamo Rosa. Soy enfermera y tengo 54 años. Desde hace 29
desarrollo mi trabajo en el Centro Oncológico. Llevo conviviendo
todo este tiempo con la enfermedad de otros, hasta que hace poco más
de un año la enferma fui yo.
INICIO:
El 18 de setiembre de 2013, sin previo aviso, fui diagnosticada de un
cáncer de ovario.
No me pregunté, ¿por qué a mi?. Sabía que esto podía pasar. Le
había pasado a otros, incluida mi madre, a los 45 años, y mi
experiencia ya me había enseñado que nadie es inmune.
Lo más duro fue comunicarle la enfermedad a mi familia.
Seguidamente tuvieron lugar pruebas y más pruebas, las cuales he de
reconocer que llevé bastante mal. Una vez realizadas, estuve
esperando en mi domicilio alrededor de una semana que se me hizo
eterna.
INTERVENCIÓN:
La siguiente fase fue el reingreso en el hospital para la operación
quirúrgica y aquí sí tuve miedo. La intervención iba a ser larga
y dura, también me iban a informar de la situación, del estadío,
del pronóstico, del tratamiento…
La llegada a quirófano fue horrible, iba muy, muy nerviosa a pesar
de que de todas las personas que iban a estar presentes en la
intervención procuraron darme seguridad y tranquilidad.
El despertar en el Servicio de Reanimación me supuso la misma
inquietud que poco antes del inicio de la operación, a pesar de ver
a mis compañeras y a mi familia que me comunicaron el éxito de la
intervención. Durante la noche fui enfermera de mi misma, estaba
pendiente de las constantes (tensión arterial, respiración,
diuresis …), lo cual no es bueno, hice mal, debí haberme dejado
cuidar por los/las profesionales que estaban allí, que eran
maravillosos.
EL TRASLADO A PLANTA:
Mareos, vómitos, dolor, mucho dolor. Dos días horribles. Se debería
cuidar más el tratamiento del dolor. Cuando un paciente dice que
tiene dolor, LOS PROFESIONALES TIENEN QUE TENERLO EN CUENTA. Pasé un
dolor innecesario, cuando conseguía la medicación adecuada, llegaba
el bienestar.
Después de esto la mejoría aumentaba día a día.
Tuve la suerte de estar siempre acompañada por mi familia, por mis
compañeros y por mis amigos. Y llegó el alta después de una
semana.
TRATAMIENTO:
Pasado un mes visita al servicio de cirugía y visita al servicio de
oncología.
El tratamiento con quimioterapia yo sabía que iba a ser duro:
malestar general, cansancio, caída del pelo, náuseas, falta de
apetito …
El tratamiento lo recibí en el Centro Oncológico, con mis
compañeras de Hospital de día, trato maravilloso, nerviosa y
tranquila al mismo tiempo. Consistía en poner el tratamiento en vena
que me correspondía cada 21 días, durante dos horas
aproximadamente. Esto se repitió 4 veces. Las últimas dos sesiones
necesité 1 semana más para recuperar los parámetros analíticos
mínimos y debido a que mi cuerpo no toleró bien la toxicidad de los
citostáticos, fue necesario que el oncólogo bajase la dosis.
Entre el 1º y 2º ciclo fui a raparme el pelo porque no quería
encontrarme con mechones de pelo en la almohada o en la ducha (la
peluca la había encargado con anterioridad). Día duro.
Los dos primeros días no había mayor problema, los tres siguientes
eran con muchísimo cansancio, y los días siguientes hasta la
siguiente dosis se llevaban bastante bien. Yo intentaba llevar una
vida lo más normal posible, con orden. Me levanté a desayunar todos
los días con mi marido, no estuve nunca durante el día encamada, me
duché todos los días, incluidos los de mayor cansancio, cocinaba,
leía… los fines de semana salía a pasear y estaba con mi nieto
todos los días ( nació cuando me acababan de poner la 2ª dosis.)
Comía cinco veces al día lo que me apetecía, bebía dos litros
diarios de agua, no tuve náuseas ni vómitos pero sí hormigueo en
manos y extremidades inferiores, El efecto secundario más difícil
de llevar fue LA CAÍDA DEL PELO. La falta de pelo te recuerda
siempre que estás enferma aunque te encuentres bien.
Debido a mis antecedentes oncológicos entré en un estudio genético.
LOGROS DESPUÉS DEL TRATAMIENTO:
La primera vez que salí sola a pasear me sentí LIBRE. Fue una buena
sensación de autonomía. Procuré salir a pasear todas las mañanas,
muchas veces acompañada de mi nuera y nieto.
Otro logro fue la 1ª vez que volví a la peluquería a arreglarme el
pelo incipiente. Salí sin peluca, otra sensación de libertad.
Fueron pasando los meses y las revisiones llevadas a cabo fueron
satisfactorias. Hasta que llegó el momento de reincorporarse de
nuevo al trabajo, y aquí estoy, tratando de sacar el máximo partido
de la experiencia.
Posiblemente todo esto lo conseguí debido a la serenidad con lo que
afronté mi enfermedad desde el principio, y de lo que estoy segura
es que no lo lograría sin la ayuda de mi familia, las caricias de mi
nieto, de mis amigos/as, de mis compañeras/os del hospital y de
todas las personas que desde el principio estuvieron ahí:
cirujanos/as, anestesista, enfermeras, auxiliares y oncólogos). A
todos ellos MUCHAS GRACIAS.
A las grandes personas se las conoce en los malos momentos, aunque sean "tus" malos momentos y no los de otro. A veces, la vida nos trata a patadas, pero la resiliencia es una virtud de los grandes, de los valientes y de la gente con empatia, porque te acuerdas de otros que han estado o están como tú.
ResponderEliminarSeguro Rosa que te mereces todo lo bueno que te pase. Te deseo que todo eso que cuentas sea sólo un recuerdo, que sigas trabajando y tengas las caricias de tu nieto . . . Bueno, de gente un poco mayor también. Un abrazo.
Que gran persona!!! De verdad te mereces lo mejor x tu afán d superación y mujer luchadora donde las haya! Recordar un bache superado con esfuerzo e ilusión, rodeada de gente que te kiere y de un nietín q os keda lo mejor por disfrutar!!! Te queremos un montón y solo esperamos poder compartir muchos buenos momentos junto a tí!!! Un besazo grande!!
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