En todas las profesiones,
ocasionalmente, hay que dar malas noticias.
Este hecho es siempre importante, pero
en Medicina, esta importancia es máxima, como es evidente, y
especialmente en las enfermedades Neoplásicas, por su gravedad y
pronóstico.
Debe tenerse muy en cuenta el perfil
psicológico del paciente y de sus familiares, adquirido desde la
infancia. En este sentido, no es lo mismo informar a un niño o a una
persona joven, que a un adulto o a un anciano. Los niños, tienen muy
poca idea del peligro y menos de la muerte; basta decirles que tienen
una enfermedad grave y se dan por satisfechos. En los adultos, en
pleno desarrollo de su vida personal y familiar es un golpe muy
fuerte; por lo general suelen negar la enfermedad y buscan una
segunda opinión, a la que sigue una fase mas o menos corta de
“revolución”, en la que están incluso agresivos con todo el
mundo, pero pronto pasan a la “colaboración”, cumpliendo lo que
se les manda y luchando con coraje para recuperar la salud, y muchas
veces lo consiguen. Si su proceso no va bien, pasan a la fase de
“entrega”, con objeto de encontrarse lo mejor posible y sobre
todo no tener dolor. Con excepciones, estas fases son una realidad,
cuya duración no es precisa. En los ancianos, las cosas son muy
distintas, pues ya tienen cierta previsión del final del camino,
pero también hay que ser muy cuidadoso.
Las malas noticias, debe comunicarlas
el médico que ha hecho el diagnostico y ha tratado habitualmente con
el enfermo. No es nada aconsejable delegar este importantisimo acto
médico, por mucha confianza que se tenga en otro profesional del
equipo médico.
Debe decirse siempre la verdad, sin
dejar lugar a dudas, si bien conviene hacerlo con la moderación
natural, y dejando siempre puertas abiertas a solucionar lo mejor
posible la situación.
Se escogerá bien el lugar y la hora,
para que exista tranquilidad ambiental, algo escasa en un hospital.
El médico debe mostrarse sereno y
seguro de lo que está haciendo, pues bastante preocupado está el
enfermo.
Deben buscarse soluciones razonables y
seguras para el tratamiento de la enfermedad, y no basarse en remotas
posibilidades, de escasísima verosimilitud, que no sirven más que
para producir sufrimiento y costos de todo tipo.
Se contestará con paciencia a todas
las cuestiones que plantee el paciente, sin preocuparse del tiempo
que nos lleve hacerlo, pues ese tiempo siempre es muy rentable en los
acontecimientos futuros.
Se deben de hacer alusiones a las
complicaciones que previsiblemente aparecerán, pero no conviene
matizarla exageradamente.
No es bueno hablar de porcentajes,
salvo que sean sumamente favorables.
En estas comunicaciones conviene que
esté también algún allegado que, posteriormente, le aclarará alguna
duda que pueda tener sobre la conversación; pero que no sea la plaza
publica, que sea el paciente el que se lo comunique a quien tenga a bien.
Es importante que el enfermo sepa con
claridad, que vamos a estar SIEMPRE a su lado, en toda la evolución
de su proceso, si él lo desea.
Una segunda opinión, es aconsejable,
para confirmar el diagnostico, y dejar al paciente y a su familia mas
tranquilos.
De este modo, todo marchara bien y sin
sobresaltos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario