viernes, 23 de enero de 2015

PENSAMIENTO EN VOZ ALTA

Diagnósticos unas veces sospechados y otros temidos, caen como “mazas” sobre
personas sin condición, estatus social, edades, razas, sexo...
La carrera y el ciclo comienza desde que se conoce el diagnóstico, CÁNCER.
Hoy en día el tratamiento del cáncer es una labor en equipo: oncólogas/os, enfermería, auxiliares de enfermería, técnicos, psicólogos/as, médicos de familia..., dicho equipo tiene una valiosa y difícil herramienta entre sus manos para poder ayudar tanto al paciente como a su familia.
Un/a paciente es ante todo una PERSONA , con sus miedos, depresiones, necesidades, conflictos, que siempre van más allá de los aspectos médicos y/o materiales. Tal vez los profesionales que trabajamos en Oncología, prestamos poca atención a la historia emocional de los pacientes, donde podemos escribir síntomas invisibles del cáncer ,que no se pueden ver a través de un análisis de sangre, un TAC...
Todos los profesionales sanitarios, sobre todo en Oncología, deberíamos saber “dar” las malas noticias: ambiente tranquilo, sin prisa, sin teléfono, con un lenguaje claro sin términos médicos, en resumen usar una comunicación verbal adecuada sin olvidarnos por su puesto de la no verbal gestos, miradas, tacto... ¡Todos sabemos la teoría y ojalá seamos capaces de ponerlo en la práctica!.
Durante la “carrera” que comienzan estas personas y sus familias entre hospitales,
pruebas, agujas, ambulancias... pasan un tiempo entre nosotras, tiempo difícil de
miedos, inseguridades, silencios, llantos, dudas... donde necesitan nuestro apoyo de manera incondicional.
Los tratamientos en cáncer desde que comienza la cirugía, continuando con la radioterapia y la quimioterapia, es un proceso largo sobre todo para el paciente y para la familia, pero una vez que acaba este tiempo de ir y venir al hospital, pasan a la etapa o fase de seguimiento, donde controles y pruebas les siguen acompañando, siempre y cuando no haya recaídas en la enfermedad y el cronómetro se vuelve a poner a cero.
Por ello debemos de estar ahí, es un deber, más allá de una mera obligación.
Los profesionales sanitarios tenemos que saber ayudar a los pacientes, antes, durante y después de ese fatídico día en el que la palabra CÁNCER aparece en la vida.
Este texto tiene como objetivo poner un paréntesis, un punto de reflexión, a los miles de profesionales sanitarios que trabajamos en Oncología y que durante horas, días, meses y años vivimos situaciones complicadas y difíciles, unas más que otras, donde cada paciente, cada familia, como seres individuales, necesitan nuestra ayuda, no solo a nivel terapéutico si no también a nivel psicológico.
Sin más y deseando que este texto sea de vuestro agrado. Os saluda una enfermera que forma parte del gran mundo, a veces desconocido, de la Oncología.

martes, 20 de enero de 2015

EXPERIENCIA DE VIDA

PRESENTACIÓN:
Me llamo Rosa. Soy enfermera y tengo 54 años. Desde hace 29 desarrollo mi trabajo en el Centro Oncológico. Llevo conviviendo todo este tiempo con la enfermedad de otros, hasta que hace poco más de un año la enferma fui yo.
INICIO:
El 18 de setiembre de 2013, sin previo aviso, fui diagnosticada de un cáncer de ovario.
No me pregunté, ¿por qué a mi?. Sabía que esto podía pasar. Le había pasado a otros, incluida mi madre, a los 45 años, y mi experiencia ya me había enseñado que nadie es inmune.
Lo más duro fue comunicarle la enfermedad a mi familia.
Seguidamente tuvieron lugar pruebas y más pruebas, las cuales he de reconocer que llevé bastante mal. Una vez realizadas, estuve esperando en mi domicilio alrededor de una semana que se me hizo eterna.
INTERVENCIÓN:
La siguiente fase fue el reingreso en el hospital para la operación quirúrgica y aquí sí tuve miedo. La intervención iba a ser larga y dura, también me iban a informar de la situación, del estadío, del pronóstico, del tratamiento…
La llegada a quirófano fue horrible, iba muy, muy nerviosa a pesar de que de todas las personas que iban a estar presentes en la intervención procuraron darme seguridad y tranquilidad.
El despertar en el Servicio de Reanimación me supuso la misma inquietud que poco antes del inicio de la operación, a pesar de ver a mis compañeras y a mi familia que me comunicaron el éxito de la intervención. Durante la noche fui enfermera de mi misma, estaba pendiente de las constantes (tensión arterial, respiración, diuresis …), lo cual no es bueno, hice mal, debí haberme dejado cuidar por los/las profesionales que estaban allí, que eran maravillosos.
EL TRASLADO A PLANTA:
Mareos, vómitos, dolor, mucho dolor. Dos días horribles. Se debería cuidar más el tratamiento del dolor. Cuando un paciente dice que tiene dolor, LOS PROFESIONALES TIENEN QUE TENERLO EN CUENTA. Pasé un dolor innecesario, cuando conseguía la medicación adecuada, llegaba el bienestar.
Después de esto la mejoría aumentaba día a día.
Tuve la suerte de estar siempre acompañada por mi familia, por mis compañeros y por mis amigos. Y llegó el alta después de una semana.
TRATAMIENTO:
Pasado un mes visita al servicio de cirugía y visita al servicio de oncología.
El tratamiento con quimioterapia yo sabía que iba a ser duro: malestar general, cansancio, caída del pelo, náuseas, falta de apetito …
El tratamiento lo recibí en el Centro Oncológico, con mis compañeras de Hospital de día, trato maravilloso, nerviosa y tranquila al mismo tiempo. Consistía en poner el tratamiento en vena que me correspondía cada 21 días, durante dos horas aproximadamente. Esto se repitió 4 veces. Las últimas dos sesiones necesité 1 semana más para recuperar los parámetros analíticos mínimos y debido a que mi cuerpo no toleró bien la toxicidad de los citostáticos, fue necesario que el oncólogo bajase la dosis.
Entre el 1º y 2º ciclo fui a raparme el pelo porque no quería encontrarme con mechones de pelo en la almohada o en la ducha (la peluca la había encargado con anterioridad). Día duro.
MI VIDA DURANTE EL TRATAMIENTO FUE ASÍ:
Los dos primeros días no había mayor problema, los tres siguientes eran con muchísimo cansancio, y los días siguientes hasta la siguiente dosis se llevaban bastante bien. Yo intentaba llevar una vida lo más normal posible, con orden. Me levanté a desayunar todos los días con mi marido, no estuve nunca durante el día encamada, me duché todos los días, incluidos los de mayor cansancio, cocinaba, leía… los fines de semana salía a pasear y estaba con mi nieto todos los días ( nació cuando me acababan de poner la 2ª dosis.)
Comía cinco veces al día lo que me apetecía, bebía dos litros diarios de agua, no tuve náuseas ni vómitos pero sí hormigueo en manos y extremidades inferiores, El efecto secundario más difícil de llevar fue LA CAÍDA DEL PELO. La falta de pelo te recuerda siempre que estás enferma aunque te encuentres bien.
Debido a mis antecedentes oncológicos entré en un estudio genético.
LOGROS DESPUÉS DEL TRATAMIENTO:
La primera vez que salí sola a pasear me sentí LIBRE. Fue una buena sensación de autonomía. Procuré salir a pasear todas las mañanas, muchas veces acompañada de mi nuera y nieto.
Otro logro fue la 1ª vez que volví a la peluquería a arreglarme el pelo incipiente. Salí sin peluca, otra sensación de libertad.
Fueron pasando los meses y las revisiones llevadas a cabo fueron satisfactorias. Hasta que llegó el momento de reincorporarse de nuevo al trabajo, y aquí estoy, tratando de sacar el máximo partido de la experiencia.
Posiblemente todo esto lo conseguí debido a la serenidad con lo que afronté mi enfermedad desde el principio, y de lo que estoy segura es que no lo lograría sin la ayuda de mi familia, las caricias de mi nieto, de mis amigos/as, de mis compañeras/os del hospital y de todas las personas que desde el principio estuvieron ahí: cirujanos/as, anestesista, enfermeras, auxiliares y oncólogos). A todos ellos MUCHAS GRACIAS.